Novembro/2003
Boletim nº 114

“Hola, hola. Pedimos a toda persona que oiga esta estación a la distancia que sea, que quiera tener la amabilidad de avisarnos cómo nos oyen a Casa Paradizábal, 18 de julio 853, Montevideo. Hoy habrá audición de 9 a 10 y 30 de la noche. Mañana, audición de 7 de la tarde. Gracias”.

A fines de noviembre de 1922, los poquísimos habitantes del país que disponían de radios a galena (mineral compuesto de azufre y plomo), estuvieron en condiciones de escuchar este anuncio de confusa sintaxis. Y aunque nunca se sabrá si alguien logró recibirlo, podría asegurarse que esta posibilidad debe haber sido muy difícil. En primer lugar había que poseer el aparatito milagroso, que casi todos los que estaban al tanto de este prodigio habían traído de Buenos Aires. Luego, en el momento preciso de la irradiación, los felices poseedores debían tener la suerte de estar rascando la piedra y con los auriculares puestos “para ver si se escuchaba algo”. De cualquier manera fue el primer aviso pasado por una emisora nacional y vale la pena recordarlo al esbozar una breve historia de la radiotelefonía local.

Al término de la Primera Guerra , el mundo comenzó a conocer cambios jamás imaginados. Al portento de los aparatos que transmitían imágenes mudas en movimiento, cuya primera exhibición se hizo en Montevideo en julio de 1898, se sumaban los vehículos con motor a explosión llegados al Uruguay a comienzos del siglo, los teléfonos que cominicaban la voz a la distancia y la reproducción de la música a través de cilindros y discos planos amplificados por bocinas. La técnica avanzaba prodigiosamente rápido y no se sabía dónde podría llegar.

Pero eso de poder escuchar en directo, por lo que entonces se denominaba “telefonía sin hilo”, el relato de hechos que estaban ocurriendo a miles de quilómetros de distancia superaba todos los asombros. En realidad, los uruguayos que llevados por lacuriosidad permanecían atentos a los progresos técnicos de la humanidad, ya estaban enterados de este invento pasmoso, y muchos estaban al tanto de experiencias exitosas que se estaban llevando a cabo en Buenos Aires con la “radio a galena”.

¿ Pero en qué consistían esos famosos emisores alos que había que hacer funcionar de un modo tan primitivo? Existe una definición técnica publicada en el libro español “La radio”: “un cristal de sulfuro de plomo que producía una corriente alterna de igual frecuencia que el sonido transportado por la onda portadora. Dicha corriente eléctrica era convertida después en sonidos mediante auriculares suficientemente sensibles”. Para ser más claros había que conseguir nada más que una piedra adecuada y un alambre de cobre conectado a un auricular telefónico. Con aquel se rascaba la piedra hasta que, como por arte de magia, aparecía el sonido buscado.Nada tan fácil ni tampoco tan complicado. El receptor era personal y carecía de amplificación de modo que sólo podía escucharlo quien tuviera los auriculares.

En el año 1921 tuvo lugar en Río de Janeiro una exposición mundial para mostrar a los visitantes los últimos avances en comunicaciones que estaban llamando la atención del mundo. Como era previsible allí concurrió la compañía estadounidense General Electric en cuyo stand llamó la atención el curioso fenómeno de la telefonía sin hilos. Las autoridades militares de Brasil desconfiando del nuevo invento y temiendo que a través de él pudieran divulgarse secretos de estado, prohibieron sus demostraciones y toda comercialización. En vista del rechazo, el aparato fue enviado a la Argentina, pero una demora provocada por la burocracia aduanera en ese país, hizo que fuera esembarcado en Montevideo y trasladado a las oficinas locales de la General Electric.

Auténticos o exagerados estos datos, con la ayuda de los recelos militares y las desidias aduaneras o sin ellos, en 1922 don Claudio Sapelli, un electrotécnico egresado con brillantes calificaciones y empleado en la firma mencionada ya estaba trabajando con un pequeño transmisor que tenía una potencia de 20Wts. Un alcance que parece ridículo si se piensa que los actuales superan largamente los 20.000 y que sirvió para que la empresa efectuara las primeras salidas al aire como radio General Electric. Al poco tiempo un comerciante italiano llamado Sebastián Paradizábal instalado en la calle 18 de julio 853 intuyó el negocio de la venta de receptores y compró la incipiente estación emisora en $ 11.000. Como todo tuvo lugar con muy pocos meses de diferencia, todavía subsiste la polémica acerca de cual de las dos puede ser clasificada como la primera estación de radio del país.

Extractado del “País Cultural”

Por M. Kon Hache
Para URUGUAY EN RÍO