Julho – Agosto/2005
Boletim nº 89

Motivos para bailar siempre han sobrado en el campo uruguayo. Se bailaba para festejar un cumpleaños, o un casorio o una yerra o una trilla, y, hasta se bailaba en los velorios de los angelitos.

En las casas donde había unas cuantas mozas se improvisaban bailes a la llegada de forasteros o de mozos del pago que fueran de visita. Todo estaba siempre pronto y preparado. La sala libre, rodeada de sillas o bancos largos; la guitarra colgada en la pared o un “cordión” sobre una mesita.

La ceremonia del Candombe, segundo el musicólogo Lauro Ayestarán, estaba constituída de varias figuras: Cortejo, Formación en calles, y “ombligada” (choque de barrigas), Cuplés, Rueda y Entrevero.

Cortejo – Entra el Santo – un San Benito en madera tallada – sobre una parihuela( camilla) que es sostenida por cuatro figurantes de fuerte complexión. Detrás del Santo avanzan el Rey y la Reina; el primero con casaca militar que ha pedido prestada a su amo; la Reina viene cargada de chafalonías, grandes collares. Junto a ellos, el Príncipe o los Príncipes, niños ataviados con lujo. A manera de séquito marchan en dos filas hombres y mujeres en pareja y por último el grupo de instrumentistas con marimbas y los infaltables tamboriles. Haciendo cabriolas en torno al cortejo avanzan el Gramillero y el Escobillero.

Entrevero – Después comienza el desenfreno. Se viene abajo todo el orden coreográfico y todos se entremezclan en una danza de pies de fuego. El movimiento queda liberado a la improvisación del momento: se cambian las parejas, se retuercen, se encogen, se estiran. Los tamboriles, frenéticos, baten la más complicada teoría de ritmos hasta el final.

“La música en el Uruguay” Lauro Ayestarán

Recolhido por Mirtha Kon Hache
Para URUGUAY EN RÍO