Dezembro/2003
Boletim nº 115

Es tiempo de Navidad. Todo se mezcla en nuestro entorno. Es verano en los trópicos y, sin embargo, hay nieve de algodón, trineos y Papás Noel abrigados del frío. En la mesa, castañas y nueces, alimentos adecuados al invierno. Todo se junta desordenadamente en nosotros, confunde sentimientos y atropella referencias. Damos regalos que no están de acuerdo con nuestro afecto y, algunos que están más allá de nuestras posibilidades. Todo lo que aproxima a la familia parece más fuerte que el amor.

En plena fiesta religiosa, somos inducidos a un consumismo obligatorio y compulsivo cuyo significado cristiano se esconde en señales nostálgicos demasiado frágiles para que Jesus logre romper la hegemonía mercantil de Papá Noel. ¡Como pesa esta fecha para aquellos que no la celebran liturgicamente!. En un rincón, el árbol con sus adornos coloridos y, bajo su sombra, el presepio con el niño Jesus en el pesebre. Simple artesanía. Allí duerme también el niño que fuimos un día, pleno de fé; ahora, de ojos cerrados, teme abrazar el llamamiento divino y conmemorar el aniversario de Jesus.

Sí, hay abrazos y besos, regalos que se intercambian entre copas de vino y de cerveza. La alegría, como los ojos de una mujer, está marcada por un trazo de sombra: nadie burla la verdad dentro de sí mismo, allí donde está, sofocado, nuestro verdadero ser, aquel que soñamos en liberar un día. Sabemos que los niños están felices con el nuevo par de zapatos, los juegos electrónicos, las muñecas que llorarn sin emoción y hablan sin inteligencia. ¿ Quién es Jesus para esta generación que no frecuenta el catecismo y cuyos padres tienen pudor de rezar con sus hijos y llevarlos de la mano rumbo a lo Trascendente? Sintiendo la falta de vida espiritual, muchos, en la adolescencia, buscan el éxtasis en doses químicas. Sin tener consciencia de esa falta, les gustaría que, a través de la jeringa, por dentro del comprimido ingerido, entre el humo o la cocaína que se aspira, Dios se torne presente.

En la Navidad, algunos de nosotros van a misa y rezan en familia. Otros prefieren la soledad de un monasterio, la misa cantada en gregoriano, todos los regalos contenidos en un simple gesto de cariño. No entanto, qué hacer? La TV universaliza la publicidad; la propaganda impregna la mercadería de fetiche, y éste trae la ilusión de que los regalos, una vez que se abren, irradian felicidad. De esa manera, nos dejamos esclavizar por las convenciones, sin, por lo menos , indagar lo que significan y nos conviene.

Dentro de algunos días, volveremos a surtir la despensa y la heladera para la Fiesta de Fin de Año y, de nuevo, los mismos abrazos, esta vez con la ventaja de no tener que dar regalos. Apenas desear buana suerte. Tal vez, en lo más íntimo, el propósito de que “ de ahora en adelante todo va a ser diferente”. Beber menos, moderar la comida, dejar el cigarro, dedicar más tiempo a la familia. O, quien sabe, dar un paso más allá del propio umbligo: abrazar una causa solidaria, una institución de caridad, un proyecto que atenúe el dolor de los excluídos. Preocuparse menos con el dinero y ocuparse más con los otros. Propósitos de un verdadero renacimiento para que otros tengan vida.

Entonces sí será Navidad. Nacimiento, como Jesús le propuso a Nicodemos, “sin que sea necesario retornar al vientre materno”. Dejar que el Espíritu nos desnude del hombre y de la mujer que fuimos, para nos revestir de un nuevo ser, aquel que tiene su ejemplo en el Niño que duerme en el presepio y, ahora despierta dentro de nosotros, con profunda necesidad de Dios y de justicia.

Frei Betto

Versión p/ el español: M. Kon Hache
Para URUGUAY EN RÍO